Casa de Verano
¿Llegarás pronto?, te he estado esperando. Te extrañaba, cuánto tiempo sin saber de ti. La casa esta desordenada, ¿Te molestará? Te recuerdo quisquilloso. Sin embargo, no sabes lo mucho que te he extrañado. Nada ha sido igual. Cuatro paredes sin ventanas, desde aquí he oído el tenue sonido del mar. Te encantaba, lo recuerdo como si fuera ayer. También aquellas hermosas flores azules que tanto me gustaban…Aun queda una desde que me las obsequiaste…La regaré para cuando regreses. Estas cerca…lo siento, el aire se mueve inquieto.
Sí, no desesperes…pronto estaremos juntos de nuevo. Mi querido…mi amor…
El terrible olor a moho, polvo y viejo entumecía mi nariz, la tierra, densa y sucia, se desplazaba por el aire cegando mis ojos, hasta mis manos, que todo tocaban para no hacerme tropezar, estaban negras por la mugre. Oscura y tenebrosa, quizás hubiera sido buena idea haberme quedado en cama sin embargo aquí estoy en esta habitación, razones que hacen que me sienta terriblemente valiente como para adentrarme a esta aventura digna de una película de terror. Pero mejor sigo adelante antes de que mis compañeros se enteren de que mi osadía acabó mucho antes de empezar.
No quiero que el odioso Jason entre en modalidad “Molestemos al pobre Diablo”. Suficiente me aguanto compartiendo el mismo techo en mis apreciadas vacaciones.
Desde que mis compañeros de clase se empeñaron en este odiseico viajecito a una antigua casa a la orilla del mar, no he podido pegar un ojo pensando en las mil y un maneras que Jason, alias: “mi dolor de muelas”, pueda molestarme y aguarme mis vacaciones. Tres hombres dueños de una cabaña por un fin de semana completo, no fue tan malo al principio, con ese pensamiento tan machote me convencieron, sumándole las “posibles” chicas guapas que pudiéramos encontrar en la playa. Lástima que comenzaba a arrepentirme al ver la odiosa maleta verde moco junto a mi morral vinotinto. Jason y su maleta, por mí los hubiera lanzado a ambos en el instante en que cruzamos el acantilado que daba a un risco con sus peligrosas y afiladas terminaciones rocosas.
Sí, una divertida imagen. Pero Martín y su empalagosa manera tan gentil que tiene de tranquilizar mis nervios utilizando ¡Vaya ustedes a saber qué métodos de Feng Shui o lo que sea! me detuvieron de inmediato hasta arrancarme mis planes asesinos contra Jason. No sé ustedes, pero yo aun tengo la duda de que ese hermano es…un poco raro. Unas vacaciones perfectas ¿no? Las cinco horas en las que mi trasero se encontró estampado en el asiento de la camioneta fueron todo un paseo junto a los malos y verdes chistes de Jason y las chakras y mantras de Martín.
En el momento en que la camioneta se detuvo frente al porche, nos encontramos con ella. La casa era tal y como me la imaginé: amplia, antigua…común. Dos plantas, una terraza y un muelle con una vieja lancha que flotaba sobre las verdosas aguas.
—No está nada mal. ¡Hombre, estas serán unas buenas vacaciones! —me había aturdido Jason, alto y musculoso, ese tipo le superaba la fuerza bruta, a diferencia de mí, que soy un poco más bajo y delgado, Jason solo era una mole de músculos en dos piernas — ¿Dónde están las cervezas y las mujeres? Mira que desde que escuche ese mensaje en la contestadora me quede congelado. No sé cómo le hizo, pero Laura por fin dio con mi teléfono celular. Loca — Eh, tomo la palabra para intervenir, creo saber cómo lo descubrió. Lo siento, culpable. ¡Ja, Ja! La pobre me lo pidió desesperada, no le iba a decir que no.
—Calma amigo. Desempaquemos y pronto iremos al pueblo. Dudo que Laurita te agarre aquí tan lejos. —Tanta calma y sonrisas en una sola persona me ponían nervioso. Martín, su actitud extraña y su indumentaria hippie en definitivo ponían nervioso a cualquiera.
En ese instante, opte por ignorarlos, como por milésima vez en mi vida, y me adentré en la casa. Estaba un poco sucia, se notaba que llevaba varios años en desuso. ¿Cómo había dicho Martín que la había alquilado? ¡Ah cierto! Su demente vecina. La recuerdo muy bien, a veces, cuando tenía que hacer algún trabajo en su casa, la veía pasar por las escaleras del edificio. Una viejita muy común, hasta que empezaba a hablarte de historias fantásticas y sin sentido. Los muebles estaban cubiertos por sábanas, carecía de repisas y armarios, solo contaba con una larga mesa sucia y mohosa. La cocina se encontraba en buen estado, estaba bien equipada y se notaba un poco limpia. Solo a algo le faltaba un poco de coherencia: un pequeño jarrón de cristal con una no muy común flor azul en agua.
—Qué extraño—me dije.
¿Lo dueños la habían puesto ahí?
— ¡HEY Charlie! ¡¿Dónde escondiste él Ron?! —Bien, hora de desempacar, antes de que el socio aquel decida aventurarse a buscar la botella en mis cosas.
Lo demás que sucedió luego de que partimos al pueblo fue demasiado superficial e indiferente que resumiré. El pueblo, a ¡tres horas! de la casa de la playa estuvo bien, nos abastecimos de licor, cigarrillos y otras cosas que no alcancé a ver hasta que Jason estuvo satisfecho. Martín nos obligó a detenernos en un puesto de artesanía extraña y un poco cara. Y por último dimos a parar a una especie de festival en la plaza donde conocimos chicas. Tranquilo sin problemas, fue rápido como la casa de la playa dejó de ser tan insípida en el momento en que estuvo abarrotada de personas bebiendo, fumando y pasándose un par de líneas.
Yo no me quedé atrás en la fiesta. El imbécil de Jason y sus patrañas estúpidas tenían al cincuenta por cierto de las mujeres hipnotizadas, yo me cargaba un cuarenta y, por extraño que parezca, Martín solo un diez. Acompañado, claro, de un veinte por ciento de tipos tan raros como él. Pero, en medio de la estridente música y el confuso y pesado ambiente producto de la droga y el licor, algo aun me inquietaba e irritaba. Bueno, haciendo a un lado la multitud de mujeres alcoholizadas que seguían a Jason como ratas tras el Flautista de Hamelin hasta el interior de la casa.
No les dije, pero su habitación se encuentra justo a un lado de la mía. Coño…
Sin embargo, mi incomodidad iba hacía otra dirección. Era un extraño sentimiento de ser observado. Mi abuelita Teresa, que en paz descanse en su tumba, me decía siempre que yo era bueno para atraer entes y fantasmas. Yo, obvio, no le creía.
—Solo es la coca que te está fritando el cerebro amigo. —me dije, pero el consuelo duró hasta que se me olvidó por completo el asunto al ver un par de rubias levantarse las frénelas mostrando los pechos.
Tenía que ser ilegal, pero sí, aquellas rubias estaban enredadas en mi cama. Y hacia dos horas que los molestos gemidos y murmullos de la habitación contigua habían cesado. Me apuesto a que Jason iba a comenzar el día dándose humos de superioridad. Es que el amigo este tenía un poder de des memorización tremendo, ¿Tan pronto Laurita había quedado en el olvido?.
Aún era de noche, quizás faltaban pocas horas para que amaneciera, pero yo aún seguía despierto. Aquel raro sentimiento de ser observado había vuelto. ¡En plena acción! Suerte que estaba bastante borracho y drogado como para no prestarle atención, no me importaba para ese entonces salir en Youtube por obra y gracia de Martín, pero ahora que mi conciencia había vuelto…comencé a reconsiderarlo. Sin embargo, aun ahora, aquella mirada seguía clavada en mí, era imposible que fuera Martín si lo pensaba mejor, éste estaba igual de ocupado en la habitación de enfrente, no creo que desaproveche esa oportunidad de una en un millón para avergonzarme a mí. Lo pensaría de Jason, pero nunca de Martín. Me moví como pude entre las dos chicas hasta que al fin llegue a tocar el piso con mis pies.
Rasgaduras…
Unas rasgaduras entre los ronquidos de mi habitación, la de al lado y la de al frente, llegaron directo a mis oídos. Alguien rasgaba la pared al otro lado. Jason era imposible, estaba del lado derecho, y este sonido estaba en el izquierdo. ¿La resaca quizás? Posiblemente, pero era demasiado real como para ser producto de mi imaginación. Era tal como una piedra el romper el cemento, aterrador y escalofriante, unas uñas contra un pizarrón.
Me vestí y salí al pasillo oscuro.
Y bueno, no falta decir que volvemos al principio. El pasillo en medio de la oscuridad me hizo tropezar contra una pared falsa hasta caer patético en medio de tierra y mugre, dándome de frente al levantarme contra una puerta mucho más antigua que todo lo que la casa contenía.
Ahora en el interior de la habitación, luchando contra el desorden de unos cien años, el polvo y la suciedad, aún me encuentro en esta travesía con el orgullo en alto.
Más rasgaduras.
El sonido comenzaba a irritarme, así que seguí notando como mis sienes se humedecían, no cargaba camiseta pero sentía el sudor correr por mis axilas. Seguro era Martín o Jason con una de sus bromas de mal gusto. Sí, seguramente…No había por qué asustarse.
—Ja, ja, ja. Muy gracioso, miren que estoy asustado…—dije, pero no recibí contesta, solo el imperturbable silencio. — ¿Eh…muchachos? ¿Martín…Jason?
Volví a tropezar con mis pies hasta sostenerme de la pared, encontrándome con una desagradable sorpresa. Como si un cuchillo las hubiera rasgado, debajo de mis dedos el cemento estaba tallado irregularmente, pegándolos y mojándolos con una asquerosa sustancia olorosa a metal y putrefacción. Grité asustado, separando mis manos de la pared hasta hacerme perder el equilibrio y caer. Horrorosos mensajes aparecieron ante mis ojos, tallados en el cemento, otros, por el contrario, estaban escritos amenazantes en tinta azul.
Grité aún más, pero no importaba lo mucho que gritara, putrefacta tinta azul se adhería aun más a mi piel. Cada frase de desespero y venganza se grababa en mis ojos…hasta que fui jalado por mis ropas sorprendiéndome. Me arrastraban y yo no dejaba de seguir gritando. No me había atrevido a ver a mi atacante, pero fui obligado a ello viendo con horror un cuerpo desfigurado y cadavérico de una mujer sonriendo con deleite al verme atrapado entre sus garras.
Volví a gritar aún más fuerte.
— ¡JAJAJA! ¡VE TU CARA GRANDISIMO CAGÓN! — ¿Qué?
Las luces se encendieron encandilándome. El espectro que me sujetaba era un divertido Martín que comenzaba a ahogarse en su risa mientras que Jason había sido el que había encendido las luces.
— ¡Te la creíste! —Molesto no era la palabra correcta para mi ánimo en ese instante, a decir verdad tenía ganas de servirme sus cabeza y traseros. ¡Malditos infantiles!
Empujé hasta hacer caer a Jason y me aleje. Aun seguía oyendo sus risas en el momento en que entré en la alcoba, ahora vacía.
Ultimo día en la casa de verano. La fiesta del viernes se mantuvo hasta el sábado, nadie quería irse. Yo por el contrario sí quería largarme, y ahora domingo, empacaba mis cosas para irme y dejar a ese par de imbéciles. Aun me mantenía arrecho la bromita de mal gusto, ¡Yo lo sabía! Jason no era fiar, me apuesto un brazo a que fue ¡de él! la magnífica idea de asustarme hasta hacerme mojar los pantalones. ¡Esa me la iba a cobrar!
— ¡No me vengas a decir que aún sigues molesto! ¡Charlie, que cagón eres! — Jason aún se regodeaba a mis espaldas, además, también me irritaba que gracias a su chistecito, las dos rubias se habían reído igual que él de mí. ¡Gracias Jason!
—Déjalo en paz, aun sigue un poco nervioso. —Éramos muchos y parió la abuela. ¿No era que Martín estaba en pro a la paz y toda esa basura barata? —No fue tan malo, Charles. La señora que me alquiló la casa me contó una leyenda que se remonta a cien años. Y bueno, fue una bromita de lo más sana. —Lo ignoré, al igual que seguí ignorando los otros chistes de Jason —Según dicen los del pueblos, aquí vivía una pareja joven de recién casados. Hasta que un horrible suceso se efectuó. El hombre murió misteriosamente sin explicación y su mujer despareció de la faz de la tierra. —Que viniera y me contara otra historia de vaqueros, ya jalaron la cuerda DE MI PACIENCIA. Me voy. —Algunos pueblerinos nos contaron, que según, lo que en verdad paso fue que la mujer fue encerrada en una de las habitaciones de la casa hasta morir luego de que una banda pirata encallara en la costa.
— ¡BAH! ¿Tú no creerás en eso, verdad Martín? —Agradecido de ver a Jason tomar la iniciativa de callar a Martín, seguí montando maletas.
Me distraje un momento. Este par no solo me hacía una noche verdaderamente mala, si no que me ponen como burro de cargar. Mantenían una diatriba sin fin en el momento en que entré de nuevo a la casa, pero no me di cuenta de que había cerrado el portal con demasiada fuerza, ya que, por raro que parezca, me azotó el trasero. Martín defendía sus creencias extrañas de Jason, quien no tardaba en buscarle lógica hasta por que andaban de pie, me pregunto ¿Por qué me la paso con eso dos inútiles?
—Oigan… ¡Niñas! Ya que son tan inteligentes, ¿Cómo le hicieron para arreglar toda esa patraña del viernes? ¿Lo tenían planeado desde que llegué?
— ¿Qué?
—Sí, en la cocina había una flor azul puesta en agua, estaba fresca y como fueron demasiado creativos para ponerse a pintar las paredes de la habitación de azul asqueroso…
— ¿De qué carajo estás hablando? ¡Amigo supéralo, el susto se te subió a la cabeza! Vamos por unos tragos. Martín, esta vez me toca conducir a mí y recuérdame al llegar, cortar por la raíz a la Laura…
Ignorándome tomaron lo que quedaba de sus cosas y salieron, los seguí de cerca. De seguro se estaba burlando otra vez. Mejor lo corto por la paz y me les uno, creo que en verdad necesito un trago. Pero antes de entrar al auto y empezar a prepararme psicológicamente para el largo viaje que se nos venía por delante, descubrí que algo faltaba, mi gorra de beisbol.
Mierda…
Corrí de nuevo a la casa pero tuve que detenerme, comenzaba a sentirme mal de repente. ¿Cómo…? De la nada mi cabeza comenzaba a dar vueltas, la casa temblaba ante mis ojos ¿Qué me sucedía? Apreté mis palmas en mi frente, pero el dolor no se apaciguaba…Pero solo en un momento, entre esa agonía, pude verla.
En aquella habitación que yo había ocupado, las cortinas se movían inquietas detrás del vidrio de la ventana, hasta que poco a poco fueron abriéndose, lento, despacio…ahí, detrás, vigilándome, estaba una persona. Mi mente se volvió en blanco y mis ojos se oscurecieron hasta caer inconsciente…no antes de aquellos ojos rojos mirarme junto a una sonrisa en aquel pálido rostro…
…Por fin estamos juntos…mi amor…
Desirée Moreno
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